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2014 | Infraestructuras
Un plan sin dueño
El esperado proyecto de una red ferroviaria que no mantenga aislada a Almería durante más tiempo ha quedado en entredicho durante todo el 2013 debido al nuevo retraso para la realización efectiva de unas obras que traigan el AVE a la ciudad.
Abril de 2013. Por correo electrónico llega a la redacción de mi periódico un documento de inestimable valor periodístico: un informe interno de la empresa estatal Administrador de Infraestructuras Ferroviarias (Adif) que marca la pauta de los recortes que el Gobierno va a ejecutar en los próximos años. Una hoja de ruta política en toda regla con claves técnicas que apoyan la veracidad del documento.
Su contenido es una auténtica bomba de relojería: paralización de obras, anulación de soterramientos, posposición de proyectos... Recortes, recortes, recortes. Para unos más que para otros.
Hacia la mitad del documento, un detallado conjunto de diapositivas que recoge con todo lujo de detalles la proyectada red ferroviaria española apta para alta velocidad (más de 20 años de trabajos y proyectos en un puñado de instantáneas y mapas de resumen), perdida, casi de soslayo entre recortes y más recortes, Almería.
Adif propone parar las obras en la provincia más castigada de la península en materia ferroviaria hasta más allá de 2018, concentrar cualquier inversión en otros corredores y sacarle así más rendimiento que en una ultraperiférica provincia del sureste. Llevar los trenes rápidos hasta Lorca o Granada y, por el momento, basta. Hasta el punto de que en dicho texto se menciona la posibilidad de desviar parte de los fondos europeos de la línea a otros proyectos del país más avanzados, con un mejor encaje en el nuevo plan salido de la tijera.
No es una simplificación si el observador reduce lo que incluye el documento a una nítida y clara declaración de intenciones en toda regla que deja a Almería en el absoluto aislamiento ferroviario, el que padece desde hace décadas sin que gobierno tras gobierno sea quien sea el residente en La Moncloa, le haya puesto una digna y rotunda solución.
En los intentos porque Adif confirme o desmienta dicho documento se dan constantes muestras de que en el Gobierno hay nerviosismo por la revelación de un documento crucial en materia ferroviaria pero que, parece traslucir, no debió de haber salido de los despachos madrileños de Adif. Las directrices suponen el mayor recorte en obra pública proyectado jamás en este país, y eso conlleva tener que dar muchas -demasiadas- explicaciones para las que no había nada previsto. Las excusas varían con las horas. Primero vinculan (sólo verbalmente) el documento con una filtración manipulada de nula validez. Vamos, como si de una redacción de colegio fuera aquel documento conexo, coherente y que, hasta el momento, se ha visto continuamente confirmado por la vía de los hechos.
El Ministerio de Fomento amaga y vacila. A la tarde, con la bomba ya explotada en las principales webs de información del país, emite un comunicado. En negro sobre blanco, lo que antes había hecho un ‘topo’ de forma torticera es ya un documento de trabajo, una propuesta de alternativas que se ha visto “superada” por la realidad. Lo que incluye, por muy parecido que sea con lo que hay, pese a tantos detalles que le otorgan una altísima fiabilidad, dista -dicen los portavoces de Adif en una jornada frenética- de los planes de Fomento.
En esta ceremonia de la confusión en la que Fomento ya ha dado el documento por real —“superado”, pero real— colabora que diversos políticos cercanos al Gobierno sigan diciendo que eso de parar la obra del AVE en Almería hasta 2018 es una barbaridad, algo absurdo y de nula fiabilidad. Rafael Hernando, diputado popular por la circunscripción electoral almeriense, viceportavoz del Grupo Popular en el Congreso, habla de un documento elaborado por un insensato. Como si de un pasatiempos de un empleado público con demasiado tiempo libre se tratase.
“Aquí paz y después gloria”, debió pensar la ministra de Fomento, Ana Pastor, con el paso de las jornadas, de las semanas, sin que nada, más allá de cuatro ruedas de prensa pidiendo explicaciones, ocurriera en la ‘escena del crimen’, si me permiten el símil. Día a día, la interminable ristra de noticias económicas, primas de riesgo mediante, ultrapasadas la EPA, el Ibex y otros índices sobre los que los españoles hemos hecho un master, la noticia se colaba bajo tierra. Se soterraban -azuzando otro término que genera urticaria-. El contenido del informe y su revelador directriz para Almería, la de negarle el pan y el agua, aún sin contradicciones con la realidad, era página pasada.
Para ese mes de abril, Almería llevaba ya un año sin máquinas en alguno de los tajos de los más de 100 kilómetros almerienses de la línea ferroviaria con Murcia. 2013 Anno Domini. Tres años después de las primeras obras y ocho años cumplidos desde la promesa primigenia, la del Euromed para 2005. La enorme revolución de futuro -olvidada hoy día, como el documento apócrifo de Adif- la lanzó Francisco Álvarez Cascos, ministro de Fomento de José María Aznar. Ahora en Asturias, presidiendo una formación regionalista conservadora, fue el hombre de la obra pública en el anterior Gobierno del PP, el que prometió a Almería un tren normal con el Levante que relevará a la infraestructura, impropia de un país europeo, por la que viajan los almerienses desde los 80 del XIX.
“Si dicen que eso... Es que es verídico”. Diversas fuentes, fiables, con contactos, a las que se acude en estos casos, no dudan en absoluto. Algo así, tan detallado y tan coherente (pese a que castigue especialmente a los de siempre, a los alejados almerienses) no puede ser obra de un técnico aburrido. Los presupuestos generales del Estado animan a pensar en ello. Apenas 100 millones de euros de presupuesto conminan a vaticinar un nulo interés en que el AVE a Almería esté entre los primordiales para el Ejecutivo. Más tarde, ya en 2014, el propio Gobierno admitía haber gastado menos de 20, una nimiedad. Un dato: mientras esto ocurre en Almería, el AVE a Galicia, el eje Valladolid-Zamora-Orense disfruta de una inversión sin recortes. Rajoy y Pastor son gallegos.
¿Será verdad el documento? ¿Han cambiado las cosas? La cuestión es que los principales elementos se han cumplido a rajatabla. Granada y Murcia tendrán sus AVE en 2015, ambos sin sus costosos y lujosos soterramientos. La variante de Loja, un costosísimo plan para ganar unos minutos de viaje entre Granada y Antequera, pasa a mejor vida. Castellón o Salamanca verán llegar sus AVE con el freno pisado, apenas con un cambio en el ancho de la vía. Y en el sureste... El Corredor Mediterráneo se compromete para 2016 hasta Cartagena mientras las obras en Almería continúan sin licitaciones.
¿Síndrome de esquina? No, realidad de esquina, la que padece y sufre en sus carnes una ciudadanía que lleva más de un siglo viajando en tren por la misma vía, condenada al aislamiento ferroviario casi como si de un territorio insular se tratase. La puntualidad será inglesa, pero la paciencia es almeriense.
“El Gobierno quiere llevar el AVE a cuanta más gente mejor con la mínima inversión y cuanto antes”. El objetivo, loable, lógico, deja fuera a Almería por más tiempo. Una obra lineal se termina antes si se empieza a la vez por los dos lados. Pero, en Almería, todo es destino, nada es origen. “Mejorar el viaje en tren se puede hacer con ferrocarriles modernos o con cemento. En otros sitios hay alternativas, en Almería es el cemento o el aislamiento”. Lo argumenta, en una conversación privada, un experto conocedor de la realidad ferroviaria española y almeriense. El Gobierno mantiene 2018 como fecha de llegada del AVE. Él sentencia: “no antes de 2022”. La realidad será la que confirmé por la vía de los hechos. La otra vía, la de los proyectos, la de las declaraciones, la de las palabras, será solo carne de hemeroteca.
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