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2007 | Medio Ambiente y Salud
Abarrotado y sin médicos
Precariedad. Una palabra que se colaba y retumbaba durante 2006 -y aún- en los pasillos del Hospital de Poniente. Recurriendo a una típica metáfora, el complejo sanitario ubicado en El Ejido era como un gran cubo en el que cada uno, usuarios y facultativos, arrojaban una crítica, un problema o una situación lamentable. Un enorme cubo que rebosó cuando los médicos dijeron hasta aquí hemos llegado. El personal sanitario exigía que sus sueldos se asemejasen a los de sus homólogos del Servicio Andaluz de Salud y que los contratos no se rigieran por cláusulas ridículas. Había un convenio pendiente por firmar; un acuerdo que se paseaba entre directivos, sindicatos y profesionales. Cada colectivo buscaba que el concierto se ajustara a sus objetivos.
En la primera quincena del año, Antonio Linares fue nombrado gerente del hospital y por las habitaciones, quirófanos o salas de rayos X ya se susurraba que sería el ‘salvador’ de unos médicos ‘golpeados’ por las excesivas horas de trabajo y unos usuarios que sólo reclamaban mejor atención sanitaria. Las matemáticas no fallan. Un centro que está preparado para atender a unas 150.000 personas no podía dar servicio a 250.000.
El 13 de marzo, hospital, grupos sindicales y empleados dieron el paso definitivo para cerrar el convenio, en el que los trabajadores tendrán, hasta 2009, refrendados sus derechos y peticiones. Muchos guardaron este día los papeles y dieron carpetazo al asunto. A otros había algo que no les encajaban. Sólo pasaron tres días y el colectivo de médicos volvió a alzar su voz. 92 médicos de 120 que componían la plantilla, alegaron que el concierto se había firmado de espaldas a ellos. No compartían la idea de que el 33 por ciento de su sueldo fuese variable, es decir, que dependiera de unos objetivos, como no tener un determinado número de personas en listas de espera. Tampoco aceptaban la movilidad geográfica, no consentían que la empresa los pudieran trasladar a otros centros que depende del Hospital de Poniente, como el Centro de Alta Resolución de El Toyo o el de Guadix. Se sentían engañados, así que a finales de marzo se pusieron ‘en guerra’ y la primera medida que tomaron fue no realizar actividades complementarias, como las horas extras. Ahora, también se oía por los pasillos, junto a precariedad, la palabra ‘¡Huelga!’.
El mes de marzo de 2006 fue uno de los más duros para el Hospital de Poniente. Mientras políticos, directivos del centro, sindicatos y profesionales se lanzaban la pelota unos a otros, en medio se encontraban los pacientes. Ellos buscaban la ayuda de un médico que, quizás, peleaba por otros intereses.
El 4 de abril, previo aviso, el complejo sanitario de El Ejido funcionaba bajo mínimos. Ni consultas externas ni quirófanos, sólo actuaban en urgencias y en hemodiálisis. Ahora los pacientes sólo dependían de unos 25 médicos durante el día y unos 27 durante la noche.
Ya se olía el incienso de la Semana Santa en la provincia de Almería y en el Hospital de El Ejido sólo se escuchaba una frase ‘¿hay médicos hoy?’ Después de que pasara un mes desde que se firmara el convenio, los facultativos seguían con su lucha particular, mientras que los pacientes aguardaban para saber dónde les atenderían, ya que a finales de abril, se contabilizaron que más de 200 pacientes fueron derivados a otros centros. Ni con la llegada del buen tiempo llegaron las mejores noticias para el complejo sanitario. Mayo fue un mes duro de ‘dimes y diretes’, de recogida de firmas y de falta de servicios. La situación fue descendiendo a unos niveles en los que la ética y la moralidad no habitaban. Pasó el verano, llegó el otoño y el invierno. Transcurrió el año y el Hospital de Poniente, pese a ser el referente de una determinada zona, no ofreció soluciones ni explicaciones a los que realmente se las tienen que dar, a los pacientes. Listas de espera interminables, urgencias colapsadas, falta de camas y escasos servicios. Ahora que se acercan las elecciones es cuando los políticos apuntan sus ojos hacia este centro. Un maremagno de situaciones, que contadas cronológicamente, quizás adviertan del caos que se vive en este hospital. Un caos que sigue sin tener en cuenta a un importante colectivo, los pacientes. Sólo quieren se les atienda. Sólo exigen un médico que les escuche.
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