Desde tiempos remotos el abuso de poder siempre ha existido. El grande se come al más pequeño y el fuerte suele vencer al más débil.

Decía Darwing en su ley de la selección natural que son los organismos mejor adaptados los que sobreviven. Pues parece que las grandes cadenas de distribución han decidido aplicarse el cuento. 

Las organizaciones agrarias aseguran que el sector distribuidor abusa de su poder. Coag, Asaja y Upa han organizado actos de protesta frente a las puertas de los supermercados. El último tuvo que tuvo lugar fue a causa de las bajas cotizaciones del tomate.

Según las organizaciones agrarias, los precios “bailan al son de las cuatro o cinco grandes cadenas de supermercados, que son en definitiva quienes imponen su criterio”. 

Los agricultores, al igual que los ganaderos, se quejan porque sus precios continúan siendo los mismos, mientras que cada vez son mayores los costes de producción. 

Pero el grito en el cielo lo ponen cuando van al supermercado. En los estantes ven las hortalizas, que según ellos son, “de peor calidad y a precios muy superiores”.  

Quienes tampoco están de acuerdo con los precios son los consumidores. Pero su caso es justo el contrario. Ellos afirman pagar las hortalizas como si fueran “auténticos artículos de lujo”.

La pregunta es inevitable: ¿en qué parte del camino se queda esa diferencia de precio?

Y es que el agricultor y el consumidor son tan solo dos de los eslabones de esta cadena. El inicio y el final de una sucesión donde también se encuentran los intermediarios. 

Estos mediadores son las propias comercializadoras, los compradores, exportadores, importadores, mayoristas, detallistas…hasta llegar al consumidor.

Pero la gran distribución ha sido capaz de acortar esta cadena, como es natural, para su propio beneficio. Hasta el punto de que seleccionan el producto, lo transportan, lo almacenan y lo distribuyen por si solos hasta el punto de venta. 

Una situación que deriva cada vez más en una mayor desigualdad entre origen y destino.

Precisamente, para analizar esta situación se han realizado ya numerosos cursos, seminarios y jornadas, llegando a la conclusión de lo necesaria que es la concentración de la oferta en Almería, es decir, tomar el mismo camino de la distribución.

Se trata de la unión del sector hortofrutícola precisamente para poder hacer frente a las presiones de estas grandes superficies. Porque si las cadenas de supermercados se caracterizan por estar asociadas; según los expertos, la atomización y la fragmentación son la seña de identidad de Almería. 

La debilidad de la oferta y la fortaleza de la demanda queda de manifiesto en el diferencial de precios. Y los más perjudicados, al parecer, son los  dos eslabones más importantes de la cadena, el agricultor y el consumidor.

En esta materia la legislación no actúa. La reforma de la Política Agraria Comunitaria considera al mercado como el propio instrumento regulador. Por este motivo, los agricultores piden una ley de comercio que sea capaz de regular este escenario.

Concentración de la oferta

Si se hace memoria tampoco han faltado los intentos de concentración de la oferta. Los agricultores recuerdan haber intentado esta unión entre ellos sin buenos resultados. La unión en el sistema comercializador también es difícil analizando la diversificación actual.

Para buscar soluciones ante situaciones de crisis de precios se ha creado recientemente la interprofesional de frutas y hortalizas, Hortyfruta. Precisamente entre sus objetivos se encuentra la deseada concentración del sector. Aunque durante la constitución de la interprofesional quedaron fuera las alhóndigas de Ecohal.

Los agricultores también están llevando a cabo campañas para concienciar al consumidor y buscar su apoyo. Son campañas que, de hecho, se realizan en colaboración con la Unión de Consumidores de Almería.

Sin embargo, todos coinciden en que queda aún mucho por hacer.

No se equivocaba Darwing al decir que los más fuertes son los que dominan y sobreviven. Si se aplica al sector de la distribución, ellos tienen ahora mismo la sartén por el mango. Poseen el poder de compra, buscan el precio más barato y si no lo consiguen en la provincia, se van a otro lugar. Pueden buscarlo en la comercializadora de la esquina o bien en Marruecos. 

Mientras tanto, parece que el consumidor seguirá comprando prácticamente ya todos sus artículos en estos grandes gigantes de la distribución.

El agricultor, que se convierte también en cliente, abarrota los pasillos de estas superficies cuando va a realizar la compra. Tendrá diversas opciones cuando pase por el estante de las hortalizas: continuar indignándose sin hacer nada o empezar a tomar cartas en el asunto.