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2007 | Economía
La alternativa más exótica
Veinticinco mil hectáreas de invernadero en pleno Mediterráneo, y bajo el plástico, como un milagro, como extranjeros, como suplentes del tomate, el pimiento y la sandía titulares, millones de plantas cuajadas de pitaya roja y amarilla, de peramelón y de tamarillo. ¿Sudamérica en Almería? ¿Un escenario de ciencia ficción? Probablemente sí, pero probablemente también el mantener los ojos bien abiertos a las posibilidades de esta tierra le venga bien a un sector que camina, retando a la suerte, por el borde del precipicio.
Debieron pensar en términos similares en Fiapa, la Fundación para la Investigación Agraria en la Provincia de Almería –entre sus trece patronos se encuentran los principales agentes del sector agrícola almeriense–, cuando en el año 2005 decidieron poner en marcha un proyecto de investigación, que continuó en 2006, destinado a calcular las posibilidades de éxito de la introducción de cultivos exóticos en las estructuras invernadas de la provincia.
Cuatro productos con nombres tan eufónicos como difíciles de retener a la primera, fueron elegidos para la experiencia: la pitaya roja o fruta del dragón, la pitaya amarilla, el tamarillo o tomate de árbol, y el pepino dulce o peramelón. Cultivados principalmente en las áreas subtropicales del continente americano –del que son originarios– y en el sudeste asiático, se destinaban hasta hace apenas unas décadas al consumo nacional. Ahora, en cambio, su presencia en los mercados de Europa y Estados Unidos es creciente. Su demanda entre los cada vez más exquisitos y sofisticados consumidores alemanes, holandeses, franceses y británicos –con los que Almería tiene establecidos fuertes lazos comerciales– va en aumento. Y como buenos productos exóticos, se pagan caros. Mucho.
Mercado creciente
Desde su introducción en el mercado internacional en la década de los 80, Colombia es el principal proveedor mundial de pitaya amarilla, un fruto de extraordinario dulzor que guarda cierto parecido con los higos chumbos y que también nace de un cactus. En el año 2000, Colombia exportó 162 toneladas de este producto a todo el mundo. Su comprador más importante fue Holanda, con 40 toneladas que dedicó mayoritariamente a la reexportación, seguido de Japón, Francia y Alemania, por encima de las 20. Los analistas colombianos coinciden en señalar que la pitaya tiene un interesante potencial de mercado a nivel internacional, especialmente por su exotismo y sus estimadas propiedades naturales, y que, por lo tanto, constituye un producto clave para el sector hortofrutícola de Colombia.
En cuanto a la pitaya roja, originaria asimismo de América y a la que se le atribuyen poderes afodisiacos, es el producto agrícola más lucrativo de Vietnam, donde se cultiva desde que hace unos cien años fuera introducido por los franceses. Las exportaciones de la fruta del dragón, que también se produce en México, Nicaragua, Guatemala, Colombia, Ecuador y Tailandia, se dirigen principalmente a China, los Estados Unidos y la Unión Europea. Utilizado tradicionalmente en los países asiáticos como ofrenda de culto en los altares, sólo la región vietnamita de Binh Thuan dedica unas cinco mil hectáreas al cultivo de esta fruta, con un rendimiento promedio de tres toneladas por hectárea.
El tomate de árbol o tamarillo es una especie nativa de los Andes, y actualmente se produce en zonas salpicadas desde México hasta Argentina. Además, se ha extendido a áreas tropicales y subtropicales de otros continentes, y también se encuentra en Nueva Zelanda, India, Nepal y el Sureste de Asia. Sólo en Colombia, tras una década creciendo a un ritmo superior al 15% anual, esta fruta supuso en el año 2000 el 8% de los ingresos por exportación de frutas –excluida la banana–, que ascendieron a 58 millones de dólares.
En la costa norte de Perú, existe la creencia entre los agricultores de que el consumo de pepino dulce o peramelón –como es conocido en las Islas Canarias– después de haber bebido licor, puede causar la muerte. Así lo refiere Isidoro Sánchez en el estudio sobre frutales andinos redactado para la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación), quien también indica que, si bien esta fruta –similar a un pequeño melón ‘cantaloup’ en forma de corazón– puede caer indigesta en las alturas, a nivel del mar suele consumirse durante las caminatas por el desierto. Esta ‘mala fama’ podría explicar que, pese a haber sido cultivado desde hace varios miles de años en la región andina, de la que es originario, y otras zonas de Sudamérica y Centroamérica, sea muy reciente su extensión a países como Nueva Zelanda, Australia o los Estados Unidos de América. Perú, el principal país exportador, envía peramelón a Reino Unido, Holanda y Suiza.
De estos cuatro cultivos, sólo el pepino dulce está presente en España –aunque muy poco extendido–, gracias a las variedades ‘sweet long’ y ‘sweet round’, desarrolladas por la Universidad Politécnica de Valencia.
Contexto internacional
Mientras España titubea, el prometedor futuro de estas especies ya ha sido vislumbrado por otra gran potencia hortícola muy bien relacionada con Europa, como es Israel. Década y media antes de que en Almería empezáramos a investigar sobre su posible adapatación al clima mediterráneo, a finales de 1989, Israel hizo perder a Colombia su condición de único exportador mundial de pitaya amarilla, al comenzar a enviar cantidades pequeñas de este fruto al mercado europeo. Fue el resultado de las investigaciones que venía realizando desde 1984 un grupo de investigadores de la Universidad Ben Gurión sobre la pitaya amarilla, al que consideraban un cultivo promisorio para el desierto del Negev.
Una década después, en 1998, Israel exportó sus primeras diez toneladas de pitaya roja a Europa, cultivadas también en este país, de 470 kilómetros de largo y menos de 135 de ancho. Al año siguiente, fueron 40. Por otra parte, según el estudio ‘Acceso a recuros genéticos. Chile en el contexto mundial’, realizado por las investigadoras María Isabel Manzur y Carolina Lasén Díaz para la Fundación Sociedades Sustentables, el pepino dulce estaría siendo utilizado en Israel para crear una nueva fruta para diabéticos con bajo contenido en azúcar.
El año 2006 se cerró en Almería con una crisis sin precedentes para los productores de pimiento, que vieron cómo su principal comprador, Alemania, perdía definitivamente la paciencia y elevaba sus quejas fitosanitarias a Bruselas. La creciente monopolización de los cultivos de la provincia –tomate y pimiento– y los problemas que su prolongada producción intensiva ha generado –y que reciben comúnmente el nombre de ‘plagas indestructibles’– hacen más interesante que nunca la reflexión sobre si sería posible utilizar los canales de comercialización que se han establecido durante décadas para ofrecer a Europa otra cosa que ‘lamuyos’ y ‘danielas’.
En este sentido, la alternativa exótica que ensaya Fiapa en sus invernaderos de La Cañada (Almería), y que están dando resultados excelentes, según sus responsables, tiene visos de cuajar en Alemania, a tenor de los datos que aporta el informe sobre ‘Comercialización de frutas y hortalizas en Alemania’ elaborado por el Departamento de Agroalimentación de la Oficina Económica y Comercial de España en Düsseldorf.
El texto refiere datos de la Central Alemana de Precios y Mercados (ZMP en sus siglas alemanas), según los cuales en 2004 se observó un aumento en la demanda alemana de frutas exóticas, frente al estancamiento general de este subsector. En los últimos años, Alemania está viendo cómo aumenta espectacularmente el surtido de frutas que tiene a su alcance, y en especial en el de frutas exóticas, como complemento a las de temporada de clima templado. El objetivo, dice el informe, atender la demanda constante de novedades por parte del consumidor alemán, notoriamente el que reside en grandes ciudades, que llega ansioso al supermercado a la vuelta de sus vacaciones, en las que con gran probabilidad ha conocido productos nuevos que quiere incorporar a su dieta. No es de extrañar que en el año 2004 se vendieran más de 200.000 toneladas de frutas exóticas en Alemania (el 6,7% del total), que supusieron un gasto superior en un 11% al de 2003.
Con escenarios como éste –que además se repite, en líneas generales, en el conjunto de los países europeos con los que el sector hortofrutícola almeriense mantiene relaciones comerciales–, la iniciativa de la Fundación para la Investigación Agraria en la Provincia de Almería sólo puede calificarse de acertada. De momento, habrá que esperar para conocer unos resultados de adaptación climática que hasta ahora justifican las expectativas que se han depositado en el proyecto. En el peor de los casos, sin embargo, y sólo por el hecho de contar con ‘visionarios’ como los que imaginaron unas cuantas miles de hectáreas de plástico dando sombra a frutas del dragón y peramelones, el sector hortofrutícola de Almería puede darse con un canto en los dientes.
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