Miércoles 04 Diciembre 2024

Reseña Portada



Índice de esta sección

Control entre dos orillas


  

Noelia Lázaro


La ilusión se fuga


  

Ana López Otero


El final de `Los Viejos´


  

Antonia Sánchez Villanueva


Isabel y el cuarto pilar


  

Victor J. Hernández Bru


Los que perdieron la vida cuando fueron a ganársela


  

Yolanda Torrente


La tiranía del prime time


  

Rosabel Rodríguez


D´Amico, un nombre para las páginas de sucesos


  

Javier Salvador


Caso Almería. Verdad incompleta


  

Simón Ruiz


Descoordinación a la fuerza


  

José Ángel Pérez


Educar y sobrevivir en las aulas


  

Sonia Arráez Fernández


Una universidad JASP


  

Guadalupe Sánchez


Crónica entre zafreros


  

Inmaculada Ramos




Artículos de este autor

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2009 | Sociedad



Ginés Morata, el científico tranquilo


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El final de `Los Viejos´


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El caso Poniente en su laberinto


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El final de `Los Viejos´


El año 2006 significó el final para dos residencias de mayores de la capital almeriense, una de ellas, la de el Zapillo, conocida por su arquitectura tanto como por su significación como una de las primeras que dieron “vida” al colectivo. 

Nació para ser hotel, pero nunca alojó a un solo turista. Su imponente porte, que durante décadas –desde finales de los 70- lo hizo fácilmente divisable desde cualquier punto de la ciudad, ha sido al final el mayor obstáculo para su supervivencia. El edificio de la residencia de mayores de El Zapillo, conocido popularmente como “Los Viejos”, calificativo que incluso prestó a la playa situada frente a él,  llegó al final de su trayectoria. Una trayectoria de auténtico referente para los almerienses de más de 65 años, tanto en su vertiente de residencia como en la de centro de día. Durante una época fueron célebres las fiestas y convivencias que podían disfrutar allí los mayores de nuestra sociedad. 

Las primeras noticias sobre los planes de demolición que se cernían sobre él se conocieron en el mes de abril pero aún tardaron unos meses en tener la confirmación oficial. 

Fueron los trabajadores los primeros en dar a conocer que la Junta de Andalucía tenía intención de derribar el edificio, que ya en la década de los 90 estuvo siete años vacío por unas obras de consolidación de la estructura que mantuvo mientras tanto a los residentes albergados provisionalmente en un hotel de Aguadulce. 

Pero fue en junio cuando ya el delegado para la Igualdad, Luis López, reconoció abiertamente que la famosa residencia de personas mayores se derribaría. ¿El motivo? Que el edificio no cumplía los requisitos que ya marcaba la propia normativa andaluza para este tipo de instalaciones y que difícilmente podría ser adaptable a ellas, dada su configuración arquitectónica en altura. Los planes subsiguientes de la Administración autonómica pasan por construir en el mismo solar otra residencia y un centro de día, pero construidos en horizontal. 

Desde este anuncio, los pasos han ido rápidos. La obra de derribo ya estaba adjudicada en el mes de octubre a la empresa Volconsa por 900.000 euros después de un concurso público. En diciembre las máquinas iniciaron los trabajos de demolición, para la que inicialmente se barajó la voladura controlada, después descartada por el procedimiento mecánico debido a que las obras de los 90 habían reforzado de tal manera el edificio que la cantidad de explosivo necesaria resultaba poco aconsejable en un entorno residencial. 

Hasta aquí, el lado puramente técnico y administrativo. Pero la historia de “Los Viejos” es mucho más que eso. Es la historia de los 180 mayores residentes que en un bochornoso día de agosto de 2006 tomaron sus maletas y objetos más queridos –algunos por segunda vez- y dejaron el que hasta entonces había sido su hogar frente al mar para trasladarse a otro de “cinco estrellas”, la residencia Ballesol, en la cabecera de la Rambla. Josefa Puertas, una de las residentes que también vivió el traslado en 1993 al Hotel Satélites Park, no podía evitar comparar ambos momentos. “Yo tenía entonces 70 años y ahora tengo 84, allí veía escaparates, paseaba y estaba mejor; ahora tengo más problemas”, decía mientras se introducía, el 1 de agosto en el autobús que la llevaba a su nuevo destino. 

La mudanza se hizo en dos días consecutivos, después de varias semanas de preparativos. Fueron momentos cargados de emoción y de humanidad, la que pusieron las personas que dejaban entre los muros del edificio de El Zapillo muchos recuerdos y vivencias. 

La Junta de Andalucía tiene alquilada un ala completa de Ballesol para tener allí alojados a los mayores mientras duren las obras de demolición del viejo edificio y de construcción de la nueva residencia. Esta pretende ser modélica en cuanto a su concepción arquitectónica y su adaptación funciona. Para ello, la Consejería de Igualdad se ha asesorado por tres reconocidos expertos en Geriatría que han supervisado todo el proyecto y han aportado sus conocimientos profesionales en favor del bienestar de los mayores. 

Unos mayores que aún tardarán al menos dos años en volver frente al mar, ese mar al que siempre se asomaban desde los balcones de El Zapillo y que ahora no pueden disfrutar en Ballesol. Lo que no se podrá llevar el derribo serán sus recuerdos. 

El anuncio del final de “Los Viejos” se fraguó de forma paralela al de la residencia de la Bola Azul. A finales del mes de mayo, los 48 ancianos que vivían en la quinta planta fueron trasladados, también en este caso a Ballesol. Los motivos del cierre fueron otros muy diferentes a los del Zapillo. La empresa concesionaria del servicio de gestión y mantenimiento, Clece, alegó que no tenía intención de seguir ocupándose del servicio que tenía por concesión administrativa. La delegación de Igualdad y Bienestar Social intentó que alguna otra empresa se ocupara de la residencia convocando un concurso que se quedó desierto y, posteriormente, a través de un procedimiento negociado que tampoco llegó a buen puerto. Así las cosas, la Junta decidió y llevó a cabo el traslado de los mayores ante la oposición de los sindicatos, que defendían los 37 puestos de trabajo que generaba el servicio entre médicos, fisioterapeutas, auxiliares de clínica, cocineras y lavanderas. Aunque la delegación medió entre la empresa y los trabajadores -que protagonizaron movilizaciones- para evitar los despidos, finalmente el asunto se quedó en un conflicto laboral, mientras que los mayores, que apoyaban las reivindicaciones de sus ex cuidadores, consiguieron un nuevo hogar en Ballesol. 

Por esas mismas fechas -principios del mes de junio- se dio a conocer el informe anual del Centro Superior de Investigaciones Científicas sobre “Distribución de centros y plazas residenciales”, que ponía en evidencia cómo la provincia se encontraba por debajo de la media nacional, con 2.236 plazas en 45 centros para una población de 78.150 almerienses mayores de 65 años. La ratio se situaba, según esas cifras, en 2,86 plazas por cada cien ancianos, un punto por debajo de las 3,71 de la media nacional. 

No son los mismos números que maneja la Junta, cuyo delegado de Igualdad, Luis López, contabiliza cuatro mil plazas sumando también las de estancias diurnas y las de residencias públicas y privadas.

Lo que sí parece claro, guerra de cifras aparte, es que el paulatino envejecimientod e la población hace prever el crecimiento del mercado residencial a corto plazo. La Administración se prepara para ello y tiene en cartera varios proyectos de nuevas residencias, entre ellos la nueva que se alzará en el mismo solar de la derribada en El Zapillo y otra más de 140 plazas muy cerca de allí, en la Vega de Allá. 


 

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Este artículo fue publicado originalmente en el Anuario Crítico de Almería 2007, en la sección Sociedad


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