Después de casi cinco años desde que la Unión Europea y Marruecos iniciaran las negociaciones, ambos han alcanzado un pacto que amplía el marco comercial entre los dos territorios. Falta la aprobación por parte del Parlamento Europeo, un mero trámite, por lo que la agricultura almeriense debe ponerse las pilas para no verse devorado por el vecino del sur.
Es un hecho. El comercio internacional camina hacia la liberalización. En un principio, se trata de unir los intereses comerciales de territorios más o menos cercanos y con una idiosincrasia común, a los que se suman luego otros más lejanos y con poco o nada que ver entre sí, salvo una cuestión, los intereses económicos que hay detrás. Los negocios son los negocios.
El Acuerdo de Asociación entre la Unión Europea y Marruecos está visto para sentencia. Las negociaciones para revisar el anterior pacto comenzaron en febrero de 2006 y en los primeros años se desarrollaron con el freno de mano echado, con mucha precaución por ambas partes para atar todos y cada uno de los cabos que pudieran quedar sueltos.
En 2009 se aceleró el proceso, que ya tenía definidas casi todas las cláusulas del convenio bilateral. Marruecos, un maestro negociador en política exterior, como siempre ha demostrado, todo lo contrario que España, tensaba la cuerda a mediados de septiembre de este año al dejar guardada en un cajón la propuesta que le hacía la UE justo en el momento en el que vencía el plazo para contestar si lo aceptaba o no.
En octubre de 2009, el campo almeriense se echa a la calle para expresar su rechazo a este nuevo pacto porque considera que es, una vez más, moneda de cambio de la política exterior europea, extremo que comparte la propia consejera de Agricultura y Pesca, Clara Aguilera.
Un mes más tarde, Madrid acoge una macro movilización de los agricultores españoles en defensa de sus intereses y de esta política de liberalización comercial con países terceros, mientras que en Almería, durante la inauguración de la Expo Agro, cientos de agricultores toman el Palacio de Congresos de Aguadulce hasta bien entrada la tarde como una muestra más de su rechazo.
De poco sirve porque el 14 de diciembre de 2009 se produce la rúbrica del acta de negociación entre la Comisión Europea y el país alauita y, justo un año después, el 13 de diciembre de 2010, se produce la ratificación por parte del Consejo de Ministros de Asuntos Exteriores de la UE.
Esto significa que únicamente falta la aprobación por parte del Parlamento Europeo y, salvo un milagro, algo muy poco común cuando la agricultura pelea contra la política exterior, se producirá en los primeros meses de 2011, por lo que las condiciones del acuerdo entrarán en vigor y afectarán a los productores hortofrutícolas almerienses en la campaña 2011-2012.
El tomate es el protagonista de esta agria polémica en Almería, al ser uno de los productos que Marruecos verá mejorada su posibilidad de venta hacia la UE, aumentando los contingentes en los próximos cinco años, pasando de las 225.000 toneladas del primer año a las 257.000 de la quinta, con otras 28.000 adicionales por campaña.
Los agricultores de Almería dicen que esto será la ruina para el campo, pues el precio del tomate se tirará por los suelos, al venderlo los marroquíes por debajo del precio mínimo establecido. No solo eso. Piensan que es el primer paso para la posterior y progresiva liberalización del resto de frutas y hortalizas, lo que supondría el fin de los días del llamado milagro almeriense nacido a finales de los años sesenta y que ha crecido a golpe de producir cada vez más y esperar con los dedos cruzados a que los precios y el clima acompañasen después.
Sin embargo, la situación ha cambiado hoy. Marruecos nunca ha cumplido las condiciones del anterior acuerdo comercial con la UE, ni en cuanto a cupos ni en los precios mínimos estipulados, utilizando mayoritariamente Francia, su principal aliado comercial y político, como punto estratégico para colar sus tomates. La asociación española de exportadores de frutas y hortalizas Fepex denunció en 2009 que el fraude a la UE por estos incumplimientos supera los 24 millones de euros y cuyo expediente aún está pendiente de resolver (cosa muy poco probable, a menos que sea para hacer la vista gorda y sobreseer el asunto).
Si el anterior pacto UE-Marruecos le parecía malo al campo almeriense, está claro que de cumplirse sus condiciones, sería aceptable, como han reconocido todas las organizaciones agrarias, al igual que pasaría con el nuevo. Sin embargo, productores y sindicatos coinciden en que no va a ser así, como hasta ahora.
Por ello, el sector agrícola almeriense debe pasar a la acción. No puede esperar de brazos cruzados a que la UE le garantice el cumplimiento del acuerdo ni la vigilancia de las aduanas. Ha de coger al toro por los cuernos de una vez por todas. Es el momento de unir fuerzas, agrupar la oferta y mejorar la comercialización para ganarle terreno a la gran distribución, renovando en lo posible los procesos de producción, ahorrando en insumos, optimizando al máximo los recursos, desarrollando nuevos cultivos dirigidos al consumidor final... Innovar o morir.
Hay que dejar de pensar en que el campo tiene fronteras. Eso sí, la UE debe tomar medidas para que Marruecos cumpla los mismos requisitos de seguridad alimentaria que el resto de países miembros si quiere vender dentro de su territorio. Es de justicia y de lógica aplastante, pues, hasta el momento, puede vender tomates sin cumplir ni uno solo de estos condicionantes.