El pequeño embarcadero emergente ya en 1808 advertía del potencial que ofrece la bahía de Almería, con el resguardo que le otorga el Cabo de Gata, el amparo de los acantilados de poniente y el abrigo de la Sierra de Gádor. Más de dos siglos después, y tras servir de asentamiento para fenicios, romanos y musulmanes que supieron darle el valor merecido tanto a la ciudad como a su puerto, hoy luchan aún por entrelazarse y romper la histórica separación con el preciado mar.
El camino andado pone ahora sus miras en un futuro más cercano para el vecino de la capital, ese que aún recuerda cuando amanecían los domingos de primavera y se paseaba de levante a poniente al lado de las embarcaciones, cuando los niños del casco histórico no se tenían que ir a la playa de El Zapillo o las barracas y las atracciones de la Feria en pleno parque Nicolás Salmerón.
Tras años dando la espalda a una ciudad condicionada por los diques que se construyeron a comienzo del siglo XX, la historia ofrece una nueva oportunidad a través del proyecto Puerto Ciudad. La antigua reivindicación ciudadana comienza a dar los primeros pasos. Quedan atrás años de negativa tanto por las directrices normativas como por un deficiente compromiso por parte de los dirigentes de la Autoridad Portuaria, que paulatinamente ha pasado a ofrecer más servicios y más infraestructuras, adecuándose a las necesidades que plantea la sociedad.
Por la actual frontera internacional de la Comunidad Económica Europea y sus muelles pasan más de un millón de pasajeros al año; poco comparables, con los millones de kilogramos de materias primas, mercancías manufacturadas y productos hortofrutícolas salen de nuestras fronteras. La lanzadera comercial ha sido una de las principales objeciones que se han ido superando paulatinamente. En este sentido, la presidenta de la Autoridad Portuaria en Almería, Trinidad Cabeo, recuerda que tanto el Parque como la Vía Parque han formado parte de la entidad y fue cedida para la ciudad. La costumbre de su uso y los ambiciosos proyectos de futuro convierten estas zonas ya conquistadas por los almerienses en el punto de partida para una actuación que aportará espacios de conexión entre lugares históricos de centralidad urbana y zonas de actividades ligadas al Puerto, como son el muelle de Levante y la zona de Las Almadrabillas.
Las miras están puestas en la ampliación del puerto deportivo del Club de Mar hacia San Miguel, quizá la infraestructura más cercana de todas las actuaciones que comenzaron a gestarse en el año 2000 con el Plan Especial de Ordenación del Puerto de Almería, aunque por entonces se excluía la zona situada a levante de Rambla Belén. Sería a través del Plan de utilización de los Espacios Portuarios del Puerto de Almería, por orden ministerial en 2004, cuando se llevaran a cabo las primeras reuniones entre las administraciones que hoy comienzan a plasmar sobre el papel el futuro uso compartido de los espacios portuarios hasta la playa de San Miguel. Con el objetivo de ayudar a fortalecer el perfil competitivo de la ciudad al igual que su capitalidad y singularidad, Autoridad Portuaria, Junta de Andalucía y Ayuntamiento de Almería se marcan líneas de trabajo para establecer usos culturales para el Cable Inglés y espacios de convivencia que también impregnen singularidad al privilegiado entorno, con un cómodo uso a través de una zona de aparcamientos y un importante ensanchamiento del muelle de levante, convertido en los últimos años en el principal reducto del uso ciudadano del Puerto con la presencia continua de los amantes de la pesca deportiva, el continuo fluir de vehículos en el parking público y el eventual uso de dicho espacio como sede de actividades sociales, culturales o deportivas. El futuro abre nuevas posibilidades a zonas de restauración, de ocio y mayores espacios de paseo y convivencia.
Por otra parte, desde el punto de vista de la sostenibilidad comercial, las nuevas infraestructuras no serían posibles sin las ayudas que llegan desde las distintas administraciones y que, más a largo que a medio plazo, otorgarán nuevos accesos desde poniente o la vuelta de la conexión del ferrocarril, una vez que el soterramiento sea una realidad. A ello se sumará la construcción de la primera fase del dique exterior y la prolongación de la actual superficie, dentro de una ambiciosa transformación que obliga a un importante crecimiento. Para entonces, la ciudad ya pretende haber recuperado los espacios que desdibujan el asfalto para acercar a los vecinos uno de los más preciados bienes, el mar, escurridizo todavía para una ciudad de provincia que durante décadas sólo lo podía ver de lejos.