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El hedonismo en bikini
2007 | Cultura
El hedonismo en bikini
Al igual que en primavera brotan las flores en los campos, en el estío veraniego crecen los festivales de música en los municipios con entornos florecientes y prósperos, por su estratégica ubicación, a menudo próxima al mar. Almería no podía quedarse al margen de esta reinventada y lucrativa moda que, sin tratar de romper iconos generacionales, habría que remontar su génesis a Woodstock (1969), a pesar de que poco –o nada- perdura del cariz agitador de aquella primera concentración musical multitudinaria.
Algunos municipios almerienses se han querido subir al tren de este fenómeno masivo, que adquiere gran popularidad entre los jóvenes y que hoy en día se multiplican sobre todo a lo largo de la costa. Los ayuntamientos encuentran en él una vía de promoción turística de sus tesoros naturales y ‘riquezas’ urbanísticas, donde el litoral se torna un enclave idóneo para la celebración de este tipo de eventos.
Los festivales han ido renovándose para adaptarse a los nuevos tiempos. Hoy, proliferan como las setas y encuentran su caldo de cultivo en una generación internauta, sin barreras de comunicación y con gustos universales, pero diversificados. La base de su éxito reside en dar con la fórmula adecuada para cada público. En este sentido, el formato difiere de unas citas a otras, tratando de aprovechar el filón de ideologías varias, al amparo, todas ellas, de comulgar bajo la misma religión: el culto a la música en directo.
Así, el carácter alternativo distingue al pionero ‘Experiencia Espantapitas’, que cumplió en septiembre de 2006 su séptima edición, tras ser concebido con el cambio de siglo. La inquietud de la Asociación El Marrajo por crear un espacio en el que converjan música, debate y arte dio como fruto en el año 2000 este encuentro multidisciplinar, que nació en San José (Níjar) y que desde hace cuatro años se amamanta de Vera.
Este municipio se ha encargado de catapultar la ‘Experiencia’ almeriense al panorama internacional, haciendo llegar sus ecos sonoros hasta Berlín, cuna europea de las más variopintas vanguardias culturales. Allí, la ciudad teutona bebió de los ritmos flamencos y la fusión de estilos que practica con gran éxito El Bicho. En mayo, un club local berlinés acogió un anticipo de lo que iba a ser Espantapitas’06 los días 31 de agosto, 1 y 2 de septiembre, la cita veratense que baja el telón del verano musical. El recinto ferial de El Palmeral albergó, además de la actuación de la banda catalana liderada por el carismático Miguel Campello, los conciertos de Warren Suicide, Canteca de Macao, Rap’Susklei o Macaco, entre otros. La fórmula, que mezcla música, foros de discusión, exposiciones y cine batió récord de espectadores, superando las 20.000 personas.
Más bisoño es ‘Creamfields Andalucía’, el festival que se celebra desde hace tres años en Cuevas del Almanzora y que, en poco tiempo, ha logrado convertirse en la manifestación musical más numerosa de la provincia. El espectáculo se basa en un concentrado cartel, por el que pasan figuras de primer nivel nacional e internacional de la música electro-house. En esta ocasión, los veteranos Pet Shop Boys pusieron el broche de oro a una frenética jornada, que en apenas 12 horas, reunió en la playa de Villaricos a unos 40.000 espectadores.
Para acallar los rumores que situaban la próxima edición (2007) de este encuentro de sonidos de baile en otro enclave distinto al actual, Cuevas del Almanzora confirmaba que organizará por cuarto año consecutivo ‘la madre de todos los festivales’. En 2007, la marea humana procedente de distintas partes del planeta desembarcará por cuarta vez en Villaricos, en una nueva edición de ‘Creamfields Andalucía’.
El Ejido se sumó en 2006 al boom de los festivales de verano y parió el I Natural Music Festival. La afluencia de público a este recién nacido acontecimiento musical era, a priori, una incógnita ante la aparente saturación de la oferta; sin embargo, la cita ejidense, en su primer año de vida, se abrió un hueco y supo encontrar a su propio público. Este ‘hermano menor’ de los festivales venía con el pan bajo el brazo. Aprovechó el tirón de la –virtual- visita de The Rolling Stones al municipio para proponer un magnífico cartel, plagado de bandas de renombre internacional que, de otra manera, ni se hubieran asomado por nuestras tierras. El recinto, instalado en el idílico entorno del Castillo de Guardias Viejas concitó, sin estrecheces, a unos 30.000 incansables ‘todoterreno’.
El fin de semana del 14 al 16 de julio se recuerda con júbilo por todos aquellos que tuvieron que escurrir su camiseta de los chorros de sudor que la empapaban. Los ‘culpables’ eran nombres consolidados del panorama mundial. La explosiva concentración musical contó con Axl Rose, superviviente de Guns n’ Roses, que volvía a los escenarios transformado pero físicamente en forma; los pletóricos Andrés Calamaro y Ariel Roth, a los que su divorcio como Rodríguez no influyó en su faceta artística de grandes intérpretes; y la inmortal Chrissie Hynde, a la cabeza de la mítica banda británica Pretenders.
Las cifras no dejan lugar a dudas. Existe una marabunta de incondicionales que profesan pleitesía a la música en vivo en cualquiera de sus géneros: rock, techno, electro, house, pop… El fetichismo hacia una banda, un solista o un dj es capaz de movilizar a idólatras de todas las nacionalidades de una ciudad a otra a la búsqueda del mejor cartel musical. Para ello, aprovechan las vacaciones de verano que invierten en la práctica de una nueva doctrina: el hedonismo musical en bikini.
Aseguran los expertos en la materia, que las actuaciones en directo van a garantizar la supervivencia de los que quieren dedicarse de lleno al competitivo mundo de la música, infectado por la piratería discográfica, lo que según los pronósticos más venturosos, augura larga vida a los festivales. Así sea.
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