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Los Refugios de la Guerra Civil
2007 | Cultura
Los Refugios de la Guerra Civil
Miles de almerienses y turistas, están visitando los rehabilitados refugios de la guerra civil que el Ayuntamiento ha inaugurado en diciembre de 2006. Dicen que los que vivieron aquello, salen impresionados porque han vuelto a escuchar el sonido de las sirenas avisando de la proximidad de los bombardeos o el ruido atroz de las ondas expansivas de las explosiones, frenadas por los gruesos muros de cemento.
Los más jóvenes, revisan interesados los pasillos, los interminables bancos de cemento junto a los muros blanqueados con la cal de 1937 o los mensajes escritos en la pared por algún refugiado que, en su vida, sólo había matado el tiempo. Y respiran el aire húmedo que ya habían respirado sus padres o abuelos y se detienen ante las viejas fotografías de la ciudad, entera o rota, que cuelgan en blanco y negro o sepia.
Cuentan los que allí estuvieron, que la estridente sirena de los Talleres Oliveros, que anunciaba la hora de entrada y salida de los trabajadores, se convirtió en señal de aviso a los ciudadanos de que se acercaban los bombardeos. Un pitido significaba que había que irse al refugio más cercano. Cuando sonaba el segundo, debían guarecerse donde pudieran. El tercero venía mucho después y todos lo esperaban con ansiedad. Significaba que el peligro había pasado, por ese día, y podían volver a sus casas.
Debido al ataque que sufrió la ciudad por mar y aire (el crucero Canarias o los torpederos y acorazados alemanes, además de la flotilla de aviones del ejército de Franco y de Alemania), el Comité Central de la República que coordinaba las actividades de la retaguardia, decidió la construcción de unos refugios para la población civil, encargando el proyecto al Arquitecto Municipal Guillermo Langle con quien colaboran José Fornieles, Ingeniero de Caminos y Carlos Fernández Celaya, Ingeniero de Minas. Para agilizar las obras se constituye la Comisión Mixta de Refugios y se contratan a varias empresas y un elevado número de trabajadores que perciben entre siete y doce pesetas de sueldo.
Las galerías subterráneas tienen una longitud de 4,5 kilómetros, aunque sólo se ha rehabilitado un tramo de 965,18 metros bajo el Paseo de Almería con entrada por la Plaza Manuel Pérez García y salida por la de Pablo Cazard, frente a la Escuela de Artes. Hay también en el trayecto varias salidas de emergencia.
En principio, tenían capacidad para albergar a cuarenta mil personas. Ahora llegará el momento en que entren en ellos más de cuarenta mil. Pero sólo de paso, después de haber andado, casi a ciegas, los primeros tramos con las luces rojas de emergencia y haber visto en los paneles de la museografía, la historia que el abuelo le cuenta a su nieto, en el día de su cumpleaños, allí abajo, entre una multitud de suspiros, llantos y explosiones mitigadas por la profundidad -entre ocho y doce metros- y le ofrece, como regalo, salir pronto a la luz y ver el mar.
Los refugios disponían de accesos públicos y privados. Los públicos, estaban en las aceras, con escaleras descubiertas que descendían hasta las galerías. En principio se construyeron 101 accesos, aunque luego quedaron en 67, distribuidos en una red que comprendía casi todos los barrios de la ciudad.
Los privados daban directamente a ciertas casas que se encontraban cercanas al Paseo o a iglesias como la de San Pedro cuyas galerías bajo la nave central, accedían a las generales y podían albergar a unas doscientas personas.
Estos espacios subterráneos fueron construidos también en otras ciudades españolas (Barcelona o Cartagena ) y europeas (Londres, Berlín), aunque éstos últimos en la segunda guerra mundial pero la singularidad de los de Almería consiste en que, además de estar perfectamente conservados casi en su totalidad, no eran meros lugares de entrada y salida ocasional sino que había gente que se quedaba allí a pasar la noche por miedo a los bombardeos y por ello, estaban dotados de cocinas, quirófanos, camas para enfermos, servicios, ventilación y hasta agua potable en algunos puntos.
Por todo esto y su especial trazado y construcción, puede considerarse una de las obras más importantes del siglo XX en Almería.
Cuando acabó la guerra, algunas de las entradas se utilizaron hasta los años sesenta como aseos públicos y después, la mayoría fueron cegados y otros se convirtieron en kioscos, también con proyecto de Guillermo Langle, de los que solo quedan los de las plazas Marqués de Heredia y Urrutia y el del parque Nicolás Salmerón.
La rehabilitación de este tramo de los refugios, realizada por la Concejalía de Desarrollo Económico, Empleo y Turismo del Ayuntamiento, ha servido para recordar o conocer esta parte de la historia reciente de Almería y de España, que enfrentó a hermanos y amigos y que, aunque han pasado setenta años, sigue despertando un gran interés en numerosos historiadores nacionales y extranjeros.
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