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El regreso de Ginés Parra
2007 | Cultura
El regreso de Ginés Parra
El Centro de Arte Museo de Almería acogió entre el 4 de diciembre de 2006 y el 28 de enero de 2007, gracias a un convenio de colaboración entre la Concejalía de Cultura del Ayuntamiento de Almería y la Fundación Unicaja, una importante exposición dedicada al pintor almeriense más internacional y me atrevo a decir que más importante del siglo XX: Ginés Parra, nacido en Zurgena en 1896 y muerto en París en 1960. Aunque bautizado como José Antonio, adoptó el nombre de su hermano Ginés (muerto en Argentina y por quien sentía gran admiración), siendo éste al cabo el seudónimo con el que se le conocería en el ámbito artístico y con el que cobraría fama y amplio reconocimiento más allá de nuestras fronteras. Porque no habría que olvidar que, efectivamente, durante su vida Ginés Parra fue más conocido fuera de España (singularmente en los países donde vivió y trabajó: Estados Unidos, Sudamérica y, sobre todo, Francia) que en nuestro país.
La suya fue una de las vocaciones más auténticas, más singulares y acendradas que han existido en la pintura. Por razones económicas, su familia emigró a Argelia, donde Parra comenzó desde muy joven a experimentar la dureza de la existencia, trabajando ya de niño en los más fuertes y rudos trabajos. Viaja después a Argentina, Arizona, Los Ángeles y Nueva York, para acabar en París a principios de los años veinte. Lleva a cabo los oficios más humildes para subsistir (trabajó como minero, albañil, obrero del Metro de Nueva York, lavacoches, etc.) y dedica el tiempo de descanso a su formación artística y a la pintura. Aun así, tuvo la oportunidad de realizar numerosas exposiciones en Europa y América durante su vida y de participar en diversas ocasiones en la Sociedad de Artistas Franceses y en los Salones de Otoño y de los Independientes de París. Entre los que más apreciaron su labor figuran los principales pintores de la Escuela de París, con la que mantuvo una estrecha relación: se trataba de un grupo de artistas españoles convocados en torno a la figura tutelar de Picasso (que fue amigo y valedor de Parra, y con quien llegó a compartir exposición), entre los que cabría nombrar a Óscar Domínguez, Francisco Bores, Joaquín Peinado, Orlando Pelayo, etc.
Durante todos esos años, Ginés Parra va sorteando altibajos económicos y continúa al mismo tiempo desarrollando otro tipo de intereses que ya desde su juventud habían atraído su atención: la teosofía, el budismo, la filosofía yoga. Teorías espirituales que sin duda influyen, más que en las temáticas, en el ascetismo de su técnica pictórica, en su sorprendente y austera economía de medios, en sus impactantes resultados con el color. Sus obras figuran durante ese tiempo en importantes exposiciones celebradas en París, Londres, Estocolmo, Praga, Bruselas, Buenos Aires, Sâo Paulo, Lima, México y La Habana. El mismo año de su muerte (1960) el Salón de los Independientes de París organiza una exposición retrospectiva de sus obras. En Madrid, sin embargo, la primera exposición de Parra no se realiza hasta marzo de 1974.
A día de hoy, cuadros de Ginés Parra figuran en numerosas e importantes colecciones públicas y privadas, dentro y fuera de España. Baste citar, a modo de ejemplo, el Museo Nacional de Praga, el Museo de la ciudad de Brno (Checoslovaquia), el Museo de Boston, el Museo de Sâo Paulo, el Museo de la Habana, el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, el Museo Artium de Álava, el Museo de Santa Cruz de Toledo, etc.
“El espíritu de la materia. 1896-1960”, título de la muestra que ofreció el Centro de Arte Museo de Almería, se ofrecía como una gran exposición antológica que nos dio la oportunidad de acercarnos a la múltiple obra de Parra: el retratista, el paisajista, el pintor de bodegones, el Parra de la temática religiosa; pero también el Parra cubista, el fauve, el expresionista, puesto que rozó todos esos estilos sin llegar jamás a encuadrarse completamente en ninguno de ellos. Un total de 70 obras recabadas entre distintos Museos españoles, galerías y colecciones particulares que exhibían lo más significativo de su producción al óleo entre los años 20 y 50 del pasado siglo. La exposición mostraba además dos piezas raras: un dibujo a tinta que representa su autorretrato hacia 1950, y una cabeza antropomórfica en granito de comienzos de la década de los 20, por lo demás una de las escasísimas muestras de su labor en la escultura.
Después de muchos años, los almerienses y quienes nos visitaron pudimos descubrir suficientemente y disfrutar de la obra de un inmenso artista de nuestra tierra, de cuya calidad conocíamos tan sólo alguna muestra aislada, y que esta exposición desarrollada en el Centro de Arte Museo de Almería contribuyó a extender en nuestra conciencia y nuestra apreciación.
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