La Portada está fundamentada en dos elementos principales. Por un lado, un fondo de color negro reforzando la idea de ´Año Negro de la Prensa de Almería´, en cuyo conjunto se pueden leer algunas de las muchas circunstancias que ha tenido que sufrir el colectivo en el 2008. Por otro lado, la imagen procura representar la presión que sufren los informadores por parte de diversos sectores, y la precariedad laboral de muchos de los periodistas.
En la fotografía, se representa a un profesional almeriense intentando realizar su trabajo, con los bolsillos sacados simbolizando ruina y las carencias que sufre en su puesto de trabajo. También hay dos hombres de corbata que simbolizan los grupos de presión. Éstos tienen los bolsillos llenos de dinero y, por ello, tiran de los brazos del periodista para manipular a su antojo la información que ha de salir publicada en el medio que ampara al periodista.
* Joaquín Navarro, autor de la portada del `Anuario Crítico de Almería 2009´, trabajó como diseñador y maquetador en el desaparecido `Diario de Almería´, uno de los medios almerienses (junto con `El Director Económico´y `El Mundo Almería´) que cerró durante 2008. Situación que queda reflejada en la página principal de esta publicación.
Urbanismo bajo sospecha… pero sigue siendo el rey
José María Granados
Lo que el ladrillo se llevó
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Sueños entre escombros
Lorenzo Robles
Proceso de ruptura pactado
Miguel Ángel Blanco Martín
No hay mal que por bien no venga
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"The End" en Palomares
Rosa María Carrillo Pérez
No hay mal que por bien no venga
2009 | Urbanismo y medio ambiente
La crisis que viene
2008 | Crítica y Opinión
Algarrobico y Macenas, símbolos del urbanismo menos querido
2007 | Economía
Cajamar. Vía libre al futuro
2007 | Economía
La crisis que pagamos
2011 | Economía y Agricultura
Agricultura: las razones para sobrevivir a la peor crisis de este siglo
2013 |
No hay mal que por bien no venga
En los primeros días del año 2008 saltaba a los informativos una noticia que, como mínimo, llamó la atención del público, el proyecto para trasladar agua desalada desde la seca Almería a la próspera Cataluña. El otoño y el invierno habían sido especialmente parcos en lluvias en toda el área Mediterránea, pero particularmente en la catalana y esa circunstancia había hecho saltar todas las alarmas: no había agua suficiente para poder afrontar el verano con garantía de suministro en Barcelona y su área metropolitana, es decir para casi cuatro millones de personas.
A medida que avanzaba el invierno y las precipitaciones no llegaban, la Generalitar se puso a buscar soluciones, tarea en la que contó con el Gobierno central. Era necesario un aporte extraordinario para evitar un verano marcado por las restricciones. Y en esa tesitura recordaron que en la localidad almeriense de Carboneras estaba construida y operativa una planta desaladora capaz para producir hasta 42 hectómetros cúbicos de agua de buena calidad, apta para el consumo, y a un precio razonable.
Los contactos mantenidos con el Ministerio de Medio Ambiente y con Acuamed sólo hicieron que confirmar aquella impresión, una opción para obtener agua que además encontraba el camino allanado por el hecho de que la planta desaladora en cuestión estaba funcionando a menos del 20 por ciento de su capacidad, al no estar concluidas las redes de riego necesarias para llevarlas a las explotaciones agrarias.
Todas las administraciones implicadas en aquel proyecto dieron su visto bueno, desde la Generalitat catalana al Ministerio de Medio Ambiente o la Junta de Andalucía. Había agua desalada que no esta siendo utilizada, una planta desaprovechada y un ‘cliente’ que se podía permitir pagar tanto el coste de producción como el del transporte. Un transporte que se realizaría en grandes buques-cisterna contratados al efecto.
El amplio acuerdo y la imperiosa necesidad de Barcelona y su entorno de contar con una garantía de suministro hicieron el resto; en tiempo record se aprobaron los estudios previos, los análisis de viabilidad y de costes, el sistema de transporte y el de carga. De hecho el propio Ministerio, en un tiempo record, diseñó, planificó, presupuestó y aprobó la construcción de una infraestructura flotante que permitiría la carga de los barcos frente al puerto de Carboneras. Entre diez y doce millones de euros fueron liberados en aquel momento de urgencia para sacar adelante el proyecto.
Naturalmente la decisión de llevar agua desde Almería hasta Barcelona se convirtió enseguida en un arma para la confrontación política: mientras desde las filas del PSOE se defendía que en un caso de urgencia era perfectamente viable, y se recordaba que Barcelona no se ‘llevaba’ el agua, sino que la compraba a buen precio, desde las del PP se puso el grito en el cielo por el ‘contrasentido’ de que una zona seca, con un marcado déficit hídrico, y demandante neta de agua, tuviera que dar precisamente agua a otra que en otros tiempos mostró su oposición al trasvase del Ebro.
El desembarco del traslado en buques del agua desalada en Carboneras hasta Barcelona y su área metropolitana se coló incluso en los grandes debates televisados que se organizaron con motivo de la campaña para las Elecciones Generales del 9 de marzo. En los famosos cara a cara celebrados entre el candidato del PSOE, José Luis Rodríguez Zapatero, y el del Partido Popular, Mariano Rajoy, este tema tuvo cabida y si Zapatero lo vio lógico y normal, aunque siempre con el considerando de decisión de emergencia ante un problema coyuntural, Rajoy lo criticó con dureza por ser ‘esperpéntico’ y criticó la falta de planificación hidráulica del Gobierno que, a su juicio, había desembocado en esa situación.
Mientras los políticos peleaban por el traslado de agua a Barcelona, los técnicos seguían adelante con sus proyectos. De esa forma fueron diseñados los sistemas de carga que permitieran llevar el agua desalada en la planta de Carboneras hasta los barcos que deberían hacerla llegar a Barcelona. Todo ello con la mayor urgencia puesto que la previsión inicial apuntaba a que los primeros barcos tendrían que partir con destino al puerto de Barcelona a finales del mes de mayo, fecha en que previsiblemente las reservas de agua de la zona de abastecimiento habitual de la ciudad condal estarían ya en el límite de su aguante.
Pero en medio de los proyectos, las inversiones, el libramiento de partidas presupuestarias y, por supuesto, la tormenta política que siempre rodea los temas que se relacionan con el agua, mediada la primavera el cielo decisión compensar las ausencias de meses anteriores y las lluvias hicieron acto de presencia con mucha más intensidad de lo que señalaban las predicciones de los meteorólogos.
Las precipitaciones encadenadas a lo largo de tres semanas disiparon todos los augurios negativos y la cantidad de agua llovida del cielo fue suficiente para recargar los acuíferos, recuperar el nivel de los cauces fluviales y desactivar las alarmas, de forma que lo que a principios de marzo era una emergencia hídrica en toda regla, a mediados de abril se había convertido en un mal sueño, una pesadilla de la que Barcelona lograba despertar a tiempo.
Todos los planes, todos los proyectos, quedaban aparcados de esa manera, aunque no olvidados por completo, ya que para el Gobierno, por boca del Ministerio de Medio Ambiente, se aseguraba que la desaladora de Carboneras, junto con otras situadas en el litoral del Mediterráneo español, eran fuentes seguras de agua potable que podrían y podrán ser utilizados en un futuro en aquellos puntos en los que sea preciso un aporte extraordinario de agua, siempre y cuando la demanda local lo permita.
Tanto ajetreo no ha quedado, sin embargo, en nada, ya que de resultas del proyecto para llevar agua a Barcelona quedó vivo el presupuesto de 12 millones de euros, ya aprobado, para la ejecución de las obras de emergencia en el puerto de Carboneras. A esos doce millones se han sumado otros tantos y con ese montante se ha puesto en marcha un proyecto pendiente, que llevaba algunos años a la espera del momento adecuado, la ampliación del puerto de Carboneras para acoger nuevos tráficos de mercancías.
La oportunidad ha sido aprovechada y, de hecho, el proyecto de ampliación ya ha sido aprobado, presupuestado y presentado. De aquella idea inicial de construir un sistema de carga del agua desalada se ha pasado, duplicando la inversión prevista, a la construcción de un nuevo muelle para mercancías y con capacidad para grandes buques de carga, por tanto de un calado que se aproxima a los veinte metros, que permitirá multiplicar la actividad comercial de ese puerto.
El nuevo muelle de mercancía general se ubicará entre los puertos de Endesa y de Holcim, y a su amparo la localidad de Carboneras construirá un nuevo parque industrial capaz de producir mercancías para dar actividad a ese puerto, o de acoger las que llegarán en los grandes mercantes. Uno de esos proyectos ‘asociados’ será la construcción de una fábrica de palas de aerogenerador, que producirá tanto para los parques que se distribuyen por la provincia y la zona de Andalucía Oriental, como para ser comercializados en cualquier parte del mundo, gracias a la disposición de un puerto en sus inmediaciones.
Es pues la historia del agua desalada que Almería vendería a Barcelona la de una situación tan esperpéntica para Almería como angustiosa para Barcelona. Sin embargo de aquellas urgencias finalmente se ha derivado un efecto netamente positivo para la provincia, que en el plazo de unos meses contará con un nuevo puerto comercial, que a su vez está generando buenas perspectivas de negocio en el área de Carboneras. Como dice un refrán clásico, ‘no hay mal que por bien no venga’.
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