A Javier Arenas se le han abierto, a sus 53 años, las puertas del largo y anhelado sueño que para él supone convertirse en presidente de la Junta de Andalucía. Por primera vez cuenta con opciones de acabar con tres décadas de mandato socialista después de tener que conformarse con resultados dignos pero insuficientes en las elecciones de 1986, 2004 y 2008 y de resignarse a las siempre ingratas tareas de oposición.
Al lider del PP andaluz ya le salen las cuentas aunque sin quitarse del todo esa dualidad contradictoria que le convierte en objeto de veneración para buena parte de los dirigentes y militantes de su formación por su oratoria fácil y su trabajada cercanía y en personaje poco valorado para un electorado que en el último barómetro Andalucía 2010 realizado por el Instituto de Estudios Sociológicos le castiga con un 4,6 situándole una décima por debajo de José Antonio Griñán en el ejercicio en el que la crisis más ha hecho mella en nuestra región y en quienes la gobiernan.
Sin embargo, esos mismos datos del IESA, cogidos entre algodones por los populares debido a la vinculación que le atribuyen a este organismo con el Partido Socialista, destacan ya que colocan al PP con una distancia histórica en intención de voto sobre el PSOE que alcanza los 9,1 puntos y que le sitúa a quince meses de los comicios autonómicos con posibilidades reales de conseguir los 55 parlamentarios que otorgan la mayoría absoluta. Cualquier otra cosa saben que les mantendría en la oposición porque pocos dudan que un acuerdo de coalición entre socialistas e Izquierda Unida sería cuestión de horas.
El vuelco, que desde el Gobierno Andaluz consideran meramente un toque de atención y desde el Partido Popular ven como el prolegómeno del cambio, llega después de un ejercicio en el que José Antonio Griñán ha tenido que lidiar con causas propias y ajenas lo que por momentos ha hecho cuestionar su futura candidatura, mientras el PP reforzaba sus posiciones desde los ayuntamientos y con la presencia constante de sus líderes regionales, con Arenas “comiendo” kilómetros a la cabeza, en la práctica totalidad de los municipios de nuestra región.
El llamado a ser sucesor tranquilo del sempiterno Manuel Chaves se ha enfrentado a la desconfianza no solo del anterior mandatario sino también de Gaspar Zarrias, otrora hombre fuerte del ejecutivo autonómico y que ha tenido que ver desde Madrid y desde su nuevo cargo como secretario de estado de cooperación territorial como Griñán quizás picado por la pésima acogida que se ha dado en nuestra región a las medidas de ajuste impulsadas por Rodríguez Zapatero ha optado por otro tipo de políticas consiguiendo nuevos recursos económicos gravando las rentas más altas y apretando las tuercas a las entidades bancarias.
El distanciamiento lo quiso compensar el nuevo presidente rodeándose de una nueva hornada de socialistas jóvenes a los que encargó el lavado de cara de una formación que debía ilusionar de otra forma a los andaluces después de tres largas décadas gobernando, la apuesta no ha podido salir peor y Rafael Velasco elegido para abanderar la renovación presentaba su dimisión por problemas personales y por la polémica suscitada debido a las subvenciones que recibió la empresa de su mujer procedente de la Consejería de Empleo.
Como epitafio político, Velasco dejó una auténtica perla en una de sus últimas visitas a Almería donde afirmaba que la gran caja de ahorros andaluza sería una realidad en un breve espacio de tiempo y que el gobierno de Griñán tenía atados los compromisos necesarios para que el músculo financiero de la región llegara a cotas nunca antes conocidas bajo este nuevo modelo.
Las posibles fusiones y alianzas entre Cajasur, CajaGranada, Cajasol o Unicaja se fueron al traste y mientras el PP endurecía el discurso en el Parlamento donde señalaba a Griñan como un recambio impuesto que no contaba con el respaldo de los ciudadanos, el pago de la deuda histórica en solares y propiedades inmobiliarias, las erráticas políticas en materia agrícola o turística o los derroches económicos en altos cargos, dietas y prebendas son temas con lo que los populares han azotado la imagen del gobierno andaluz y que han tenido calado entre un sector importante de la población, un trayecto que ha permitido la transformación de los datos del IESA.
Los socialistas cierran filas ahora sabiendo que con algo más de un año de por medio antes de la cita electoral aun hay tiempo de que aparezcan los brotes verdes y que un inicio de reacción ante la crisis les puede mantener en el gobierno, además no es la primera vez que una encuesta arroja datos positivos para el PP que luego no se refrendan, nunca habían sido tan buenos, eso también es cierto.
Los populares se autoimponen confianza y euforia cero tras conocer los guarismos del barómetro y prefieren pensar en el corto plazo antes de echar el resto para encumbrar, a la cuarta oportunidad, a Javier Arenas como presidente de la Junta.
El Partido Popular entiende que, pese a la fortaleza del PSOE en las zonas de interior, ganar en el mes de mayo las municipales en las ocho capitales andaluzas sería un golpe casi definitivo, solo Sevilla y Córdoba entran en el capítulo de las dudas pero el PP tiene sensaciones muy positivas.
Ese posible triunfo supondría una alfombra hacia el Palacio de San Telmo para Arenas que tendría diez meses por delante para rematar, como buen aficionado taurino que es, una faena que se le ha resistido una y otra vez, un ahora o nunca que le puede llevar a poner broche de oro a su trayectoria política o a un probable destierro madrileño.