Desde que entrara en vigor la denominada Ley del Botellón, los ayuntamientos 

andaluces se han puesto manos a la obra para estudiar posibles ubicaciones donde

 instalar una actividad de ocio que en la actualidad es practicada por miles de jóvenes durante los fines de semana. Sin embargo, elegir un espacio para ubicar este fenómeno  no ha sido una tarea fácil para los consistorios. Por ahora, sólo los ayuntamientos de Córdoba, Málaga y Cádiz han convertido zonas periféricas de la ciudad en espacios  habilitados como botellódromos. Sin embargo, el traslado del botellón en Almería ha  provocado numerosos quebraderos de cabeza al equipo de Gobierno en el Ayuntamiento porque nadie quiere tener cerca el espacio donde miles de jóvenes se concentrán durante los fines de semana. 

A diferencia de otros ayuntamientos andaluces, el de Almería no ha conseguido aunar a las distintas partes implicadas en este fenómeno para buscar una solución al problema. El año 2006 acabó con una gran noticia para los vecinos que residen en los alrededores del parque Nicolás Salmerón. El alcalde de la ciudad, Luis Rogelio Rodríguez, anunció que este céntrico espacio dejaría de ser a primeros de año el lugar escogido por los jóvenes para celebrar el botellón ya que la normativa andaluza dejaba bien claro que esta actividad de ocio no podría llevarse a cabo en la vía pública, salvo en aquellos lugares que determinaran los Ayuntamientos. Meses antes de la entrada en vigor de esta Ley, el equipo de Gobierno ya estudió posibles alternativas al parque Nicolás Salmerón. Plantear la ubicación del botellón en el puerto fue la alternativa más polémica. Esta opción fue rechazada de manera tajante por la Autoridad Portuaria. 

A mediados de noviembre, el equipo de Gobierno anunció otro posible espacio para ubicar el botellón: los aparcamientos del Estadio Mediterráneo. Al principio, se consideró como una buena iniciativa ya que se trataba de una zona alejada del centro de la capital y, sobre todo, porque el alcalde mostró su disposición a acondicionar la zona y a adaptarla según establece la normativa. Además, Rodríguez Comendador anunció que el futuro botellódromo contaría con equipamientos sanitarios y zonas específicas para que los grupos musicales de la capital actuaran durante el transcurso de esta actividad. También, planteó la posibilidad de poner en marcha una línea de autobuses gratuita para evitar que los jóvenes se trasladaran a esta zona de la ciudad con sus propios vehículos. 

Esta iniciativa no fue mal acogida en un principio aunque no paso ni una semana cuando los vecinos del Estadio Mediterráneo comenzaron a organizarse para evitar que esta posibilidad se hiciera realidad. Este colectivo vecinal llegó a recoger miles de firmas contra la decisión del consistorio. Para ellos, era injusto que trasladaran el botellón de un barrio porque causaba numerosas molestias para llevárselo a  otro donde ocasionaría los mismos perjuicios. Los vecinos recordaron que la Vega de Acá era un espacio de la ciudad en pleno crecimiento, alejado de ruidos y dotada de espacios residenciales para el disfrute de sus residentes. La presión de los vecinos del Estadio Mediterráneo fue tal que el equipo de Gobierno presentó en el pleno una moción instando a la Autoridad Portuaria a que acogiera el botellón. 

Finalmente, esta moción se llevó a la sesión plenaria del pasado 19 de enero. El alcalde   se vio obligado a suspender un pleno después de que un grupo de trabajadores del puerto irrumpiesen en el salón del Palacio de Los Marqueses de Cabra mientras se debatía la moción. Los empleados acusaban al primer edil y al resto de concejales que forman el equipo de Gobierno de inentar perjudicar la imagen del puerto planteando la idea de ubicar el botellón en esta zona. Hasta tal extremo llegaron los gritos y descalificaciones que todos los miembros del Corporación Municipal se vieron obligados a continuar con el pleno en una pequeña  sala del edificio. 

Hasta el cierre de este anuario se desconoce cual será la ubicación final del botellón. La normativa andaluza persigue con esta Ley conciliar el ocio y la diversión. Sin embargo, la búsqueda una zona habilitada como botellódromo se ha convertido en arma arrojadiza entre los distintos partidos políticos. Está claro que es un deber del Ayuntamiento hacer cumplir la Ley del botellón, pero también es cierto que nadie quiere actuar como inquisidor de los jóvenes ni tampoco perjudicar a los vecinos. Teniendo en cuenta que esta actividad supone cada fin de semana una elevada cuantía económica para las arcas municipales en materia de limpieza y mantenimiento de los alrededores del parque Nicolás Salmerón y, que el consumo de alcohol entre los jóvenes almerienses se ha incrementado notablemente, sería conveniente que los grupos políticos aunasen esfuerzos  no sólo para buscar la ubicación más idónea sino también para poner en marcha otras alternativas de ocio que no sean sólo y exclusivamente  beber alcohol, en ocasiones, de forma descontrolada. En los últimos meses, los ayuntamientos han buscado la manera de poder contentar a los jóvenes habilitando botellódromos. Sería también interesante que se destinarán los mismos esfuerzos en controlar que los menores de edad no abusen del alcohol.