Cuando me preguntan dónde está el secreto para que, setenta años después de su nacimiento, La Voz de Almería continúe contando cada día con más lectores que todos sus competidores nacionales o provinciales juntos (La Voz tiene 68.000 lectores diarios; Diario de Almería, Ideal, El País, El Mundo, ABC, La Razón y Público, 48.000, pero entre todos *), siempre encuentro en la identidad territorial la razón de este liderazgo tan abrumador.
Ahora que tanto hablamos de crisis, convendría detenerse a pensar qué hemos hecho y qué estamos haciendo los periodistas para no sumar, a la crisis económica general, la crisis de los medios.
Hay quien sostiene con acierto que la crisis viene del frio teclado de los ordenadores; otros ven en la calidez cardiaca de la tele el motivo; y no son pocos los que consideran la inmediatez informativa de la radio madre de todas las batallas. Todos llevan razón.
Pero no todos ven que lo que está en crisis no es la información, son los canales por los que esta es distribuida. La demanda de información del ser humano ha aumentado y va a seguir aumentando de forma imparable en el futuro. Cada vez nos sentimos más dueños de nuestro destino y cada día necesitamos más información para asentar esa convicción. El tiempo que cualquier ciudadano dedica a informarse, formarse y entretenerse través de los medios es cada vez mayor. ¿Por qué entonces tanto responso?
Después de treinta años viendo pasar el agua de tanto plañidero del periodismo bajo los puentes del lamento (somos, los periodistas, tan contradictorios que por la mañana nos sentimos villanos y por la noche héroes), después de tres décadas cincelando el escepticismo intramuros y extramuros de la profesión, me acerco a la convicción de que lo que está en crisis no es la información, sino los criterios, vitales y profesionales, con que los periodistas desarrollamos nuestro trabajo.
Es cierto que esta incapacidad es poliédrica, que no hay una sola razón que la explique, que son muchas las causas que la han provocado. Desde las condiciones laborales hasta la confusión de nuestra misión como periodistas: contar a los ciudadanos lo que pasa, o lo que les pasa, no contar lo que, quien paga, quiere que contemos; desde la debilidad salarial de muchos al snobismo de tantos; estas y tantas causas más están en el origen de una situación tan incómoda.
Pero ante la incomodidad sólo hay tres formas de comportarse: levantarse, aclimatarse o renovarse. Comprendo a quienes se han bajado en la primera estación con apeadero más cómodo; nunca censuraré a quienes acaban por adaptarse a una situación que, si no es la mejor, tampoco provoca una incomodidad insoportable. Ni unos ni otros tienen mucho camino por delante en el que enriquecerse intelectualmente disfrutando de la profesión que un día creyeron la suya.
El futuro, como siempre, será para los que se renueven. Con esta filosofía y con el liderazgo de su presidente, José Luis Martínez, que se adelantó al tiempo que estaba por venir, es con la que el grupo editor de La Voz de Almería inició el camino del multimedia.
Algunos vieron en este camino un desfiladero para abaratar costes. No fue así, porque no podía serlo. Pero si hubiese sido ese el objetivo, ¿qué hay de perverso en que una empresa mejore sus resultados?
Aquella travesía iniciada hace años nos hizo pioneros- fuimos la primera redacción en España que integró prensa, radio y televisión- y el camino, como siempre, estuvo y está tan salpicado de errores como de aciertos. Pero en su recorrido fuimos observados por otras redacciones de España, Brasil, Argentina, Italia, México o Uruguay, y ya son muchos más los que nos han hecho sentir la calidez enriquecedora de su compañía en un camino en el que todo está por descubrir.
Con muchos de los excelentes periodistas con los que he tenido el honor de trabajar- grandes profesionales que hoy dirigen otros medios, como Angel Iturbide o Antonio Lao, o con los que tengo la satisfacción enriquecedora de hacerlo en la actualidad, hemos reflexionado a veces sobre qué es un periodista multimedia. Mi respuesta es siempre la misma: - aquel que pasa por la plaza de la Catedral en el momento en que comienza a derrumbarse y, desde el móvil, es capaz de llamar a su emisora, grabar un video, hacer foto y enviar un e mail para la web-.
¿Qué eso es mucho trabajo? No, eso es lo que hace un periodista de raza que quiere servir a sus lectores.
La Voz cumple setenta años y cumplirá otros setenta si asumimos que nuestras únicas armas son mantener la tradición de su identidad territorial y adaptarse al tiempo que cada día llama a la puerta.
Es lo que han venido haciendo todos y cada uno de los que han hecho La Voz cada día durante estos primeros setenta años.
* Datos del Estudio General de Medios (EGM) de 2010.