Que la figura del periodista está en crisis no es algo nuevo. Aunque no sólo lo esté desde el punto de vista puramente económico, quizá, de este término derive el resto de circunstancias que ponen a la profesión en una situación de riesgo. El cierre de medios de comunicación, la precariedad laboral, la falta de la conciliación laboral con la familia y el ocio, menos credibilidad, un menor contraste de las fuentes de información o la actitud política hacia los periodistas son los ingredientes de un sector que acusa el golpe de la crisis.
Sin duda, y para comenzar, no son buenos tiempos para las empresas periodísticas porque los principales ingresos, los que se producen por la vía de la publicidad, siguen cayendo en picado. Y esto, directamente, está repercutiendo en las personas que trabajan en los medios de comunicación, que se están acostumbrando a ser protagonistas de los Expedientes de Regulación de Empleo y a las consecuencias que derivan de los mismos, es decir, menos personal para el mismo volumen de trabajo. Según el ‘Informe Anual de la Profesión Periodística 2010’, que edita la Asociación de la Prensa de Madrid, desde verano de 2008, la crisis económica general se ha traducido en “desastre” para los periodistas. Tal y como puntualiza dicho informe, el 20 por ciento del empleo del sector ha desaparecido, han empeorado las condiciones de trabajo de los que mantienen el empleo, especialmente colaboradores y periodistas sin convenio de empresa y además crecen los contratos temporales que pasan del 8 al 14 por ciento.
Es cierto que las colas del Inem se han llenado de periodistas desde que se la crisis económica golpeara al mundo. Hay menos puestos que profesionales en el mercado laboral y las condiciones, en muchos casos, son precarias. Asimismo es cierto que los periodistas trabajan más horas que las que debieran, y también lo es que sus salarios no se ajustan a toda esa carga de trabajo. Y todo esto de una forma u otra influye en la calidad de las informaciones. Aunque también es destacable que, ante este negro panorama, tal y como se subraya el informe de la Asociación de la Prensa de Madrid, el 73% de los periodistas señala que no cambiaría de profesión aunque pudiera hacerlo.
Que no entre publicidad es un mazazo para los medios, sin embargo también puede ser que una falta de previsión por parte de las empresas tenga parte de culpa de la situación por la que actualmente pasan sus trabajadores. Éstas parece que no se han dado cuenta que la demanda de los consumidores también evoluciona. Por ejemplo, para cuando los periódicos se han dado cuenta de que la venta de ejemplares estaba cayendo en picado, solo entonces se han puesto las pilas con un soporte tan importante como es internet. Y de ahí la necesidad de buscar fórmulas que mejoren su situación en el mercado y con ello, la de miles de profesionales. Pero muchos han llegado tarde y les está costando reinventarse. Y vender publicidad en internet tampoco es tarea fácil. Total, la pescadilla que se muerde la cola y al final se producen los cierres de empresas con el consiguiente despido masivo de trabajadores.
Los medios de comunicación están viviendo una situación paradójica en esta era a la que algunos denominan Postmodernidad en la que los flujos de datos, el impacto de la información por los millones de canales de comunicación que conviven en la actualidad y la globalización requiere de nuevas fórmulas que permitan, no solo mejorar la situación interna de las empresas, sino también la forma en la que la información fluye hacia la ciudadanía, que cada vez tiene más opciones para llegar a los mensajes periodísticos. De ahí que no se entienda cómo con tantas posibilidades que ofrece la red de redes haya empresas que todavía no impulsen un mejor uso de las nuevas tecnologías y aprovechen esta oportunidad para relanzarse en el mercado.
Pero la crisis no solo está llegando desde la economía. La ciudadanía, también en crisis, sigue otorgando poca credibilidad a los mass media. ¿Por qué? Entre otras cosas porque conseguir buenas informaciones requiere poder trabajarlas, elaborarlas desde la óptica más sensata –y humana–, dedicarle tiempo a las fuentes de información y poder contrastarlas. Ante todo es necesario tener presente que el periodismo sigue siendo útil para la sociedad. Es un derecho de las personas estar informado y por este motivo debe seguir siendo un servicio en el que la ciudadanía confíe. Pero esto no solo está en manos de los propios profesionales, las empresas también tienen que poner de su parte para no acabar con un sector cada vez más precario.